Poética II
Un poco de ficción. ¿Por qué? ¿Para
qué? Porque sí. Porque quiero. Porque necesito. Necesito mentir. Imaginar. Vivir
posibles. Eso es leer. Y, también, narrar. A veces algunos (los lectores, los
escritores, los que repiensan e imaginan –mientras algunos se castigan otros
aprendemos a perdonarnos-) somos capaces de intentar. Opciones. Mentiras. Raptos.
Desvíos.
De eso se trata vivir también a través
del arte. De darse el derecho, de aceptarse equivocados como para merecerse
descansos. Perdones. Una vida distinta, la de alguien en la pantalla (en el
cuento, en la pintura, en la canción) que tiene nuestros defectos y algunas de
nuestras virtudes, y que ejecuta. Ése no debe estar allí para ser juzgado por
el espectador. El público debería ser su amigo. Entenderlo. Aceptarlo. Cobijarlo.
El personaje de una ficción no puede ser atacado por el espectador. Éste debe
ser el más rico benefactor. El que le dice sus errores, y el que lo ayuda a
encaminarlos. De paso, lector, vos y yo aprendemos lo que “sí”, lo que “no” y
lo que “no de nuevo”.
O sea, déjenme escribirles mentiras
jugosas, mentiras audaces, mentiras tiernas, mentiras voluptuosas. Porque de
eso está hecha la vida.
Pero.
Como en la vida hay reglas que el arte
puede infringir… déjenme desplegar mis alas. No preludien una veracidad que es –más
bien- temeridad, valentía de decir lo que todos están pensando, mis queridos.
No importa si yo lo vivo o no. Importa
que lo puedo contar.
¿Se animan?
Empiezo.
Mentinos que nos gusta.
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