jueves, 15 de febrero de 2018

Una clase muy normal (relato de un día como cualquier otro)


Questa sera si recita a soggetto



Son las 9:25. Es martes. Estamos en octubre. Ya se fueron a  Bariloche, pero falta. Falta cerrar, falta avanzar, falta llegar. Seguir aprendiendo juntos. Prepararse para lo que viene. No me las sé todas. Pero algo para darles tengo. lo sé. Lo siento. 

Tengo apenas 35 años. No estoy dispuesta a darme por vencida. Amo la docencia, y, -especialmente- amo a los adolescentes. Amo lo que representan, sus salidas graciosas, sus planteos profundos, su espontaneidad, su libertad, su verdad.

Aprendo mucho en cada clase.

Pero hoy. 

Hoy hay desidia. Hoy hay hartazgo. Hoy se olvidaron de lo que pensamos juntos. Juntos, -en marzo- armamos un bello Proyecto. Yo propuse, y ellos sumaron, aportaron. Escribieron. imaginaron, se entregaron.

Y hoy hay que avanzar. Hay que hacer. Hay que moverse.

Pero los preparativos para la Fiesta de Egresados ex-escuela (por fuera del colegio, obvio) no los dejan ver más allá de sus narices. No les queda resto para nada más.

Creo que esos eventos los dejan vacíos. Pensar tanto en una noche que se va como un suspiro, una noche de alcohol, fiesta y nada más.

No estoy tan lejana como para no entender lo que representa, lo que significa. Los entiendo, los acompaño, los escucho. Sé que es una estrategia para suavizar la despedida. Es la última vez que se van a vestir todos igual (en un intento de uniforme sexy), la última vez que van a planificar algo en conjunto. La última vez que van a juntar dinero como grupo. Es la última noche. Lo que no entienden es que en el medio tienen muchas mañanas. Esta mañana se la están perdiendo. Se les escapa de las manos. Se les diluye entre los dedos. A mí me da pena más de lo que me indigna.

Ellos están entusiasmadísimos con los preparativos de su fiesta. Han olvidado lo que disfrutaron yendo a la granja para jóvenes con capacidades diferentes. Allí hemos ido juntos en mayo, para conocerlos y comprometernos. Conocimos a nuestro público y preparamos un texto teatral justo para ellos. 

Cada uno eligió su rol: personajes, musicalizadores, escenógrafos, vestuaristas, maquilladores. Todos escribimos, todos presenciamos los ensayos, todos sumamos energías e ideas para mejorar la producción. Pensamos también en posibilidades para extender el esfuerzo: hacer la obra en otras oportunidades a modo de ensayos generales.

Pero hoy. 

Hoy parezco una extraña. Bueno, tampoco tanto. me miran con afecto, con un poco de lástima. Pero están decididos a olvidarse del compromiso. Tal vez uno, quizás dos, se acercan a decirme que les gusta el Proyecto, que ya tienen listo su vestuario, que trajeron materiales para la escenografía. Sin embargo, el clima general es de fiesta, de joda, de indiferencia. Están en otra. Quieren ocuparse de su fiesta de egresados. Arman listas sobre con qué compañeros o compañeras tuvieron un acercamiento amoroso, escriben mensajes en las tarjetas sobre los beneficios sexuales de ir a la fiesta.

Ojo. Yo entiendo todo. Entiendo la edad. Entiendo los intereses. Me acerco, los comparto, me río, hago preguntas divertidas. comparto experiencias, les hago bromas. Aconsejo. Pero todo eso merece también un reconocimieno. Un momento de entrega de su parte. Eso es lo que me tara. Que me adoren, que me cuenten, que respondan. Pero este plan que armamos juntos, está naufragando. Y me duele. Me da pena. Me da ganas de gritar. Es que sé que les va a llenar el alma. Sé que con cada ensayo, con cada momento de preparación, se gestan vínculos, fortalecen habilidades, se forjan capacidades. Sé que esta experiencia quedará grabada en sus corazones. No digo que lo otro no. Digo que esto es distinto. 

Allí están. Sentados, parados, haciendo chistes. No me ignoran. Me ven. Me hablan. Me comparten. 

Los veo. Me acerco, me entero, me río. Y pongo límite. Primero con amabilidad, siempre con certeza.

Se corta. Guardan. Solo queda una alumna hacienda carteles en su pupitre. Los demás prestan atención. Nadie estudió la letra. Nadie trajo material. Sólo uno, -el de siempre- una caja. Otra, -en extinción-, una enorme tela para el decorado. Yo, mi valijita llena de acrílicos y pinceles. 

Logro al fin que se arme el ensayo y la preparación. Pero hay seis que no están. Uno duerme. Otro hace tarea de otra materia. Un tercero jode. El cuarto juega a las cartas con el quinto y el sexto.

Le pongo mi energía al ensayo. Doy indicaciones y hago sugerencias a los de escenografía. Les pregunto qué van a hacer para aprobar a los seis indiferentes. Pero por dentro, no doy más. Me voy frustrada y triste. Tengo ganas de dejar atrás este Proyecto, que es, en realidad, lo que más me entusiasma de mi año docente. No quiero. No quiero perder. No quiero perderme.

Estoy dispuesta a repensarlo, a modificarlo, a seguir remando.

La cuestión es ¿cómo?

Julieta Galliano

Profesora en Letras

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