Questa sera si recita a soggetto
Son
las 9:25. Es martes. Estamos en octubre. Ya se fueron a Bariloche, pero
falta. Falta cerrar, falta avanzar, falta llegar. Seguir aprendiendo juntos.
Prepararse para lo que viene. No me las sé todas. Pero algo para darles tengo.
lo sé. Lo siento.
Tengo
apenas 35 años. No estoy dispuesta a darme por vencida. Amo la docencia, y,
-especialmente- amo a los adolescentes. Amo lo que representan, sus salidas
graciosas, sus planteos profundos, su espontaneidad, su libertad, su verdad.
Aprendo
mucho en cada clase.
Pero
hoy.
Hoy
hay desidia. Hoy hay hartazgo. Hoy se olvidaron de lo que pensamos juntos.
Juntos, -en marzo- armamos un bello Proyecto. Yo propuse, y ellos sumaron,
aportaron. Escribieron. imaginaron, se entregaron.
Y
hoy hay que avanzar. Hay que hacer. Hay que moverse.
Pero
los preparativos para la Fiesta de Egresados ex-escuela (por fuera del colegio,
obvio) no los dejan ver más allá de sus narices. No les queda resto para nada
más.
Creo
que esos eventos los dejan vacíos. Pensar tanto en una noche que se va como un
suspiro, una noche de alcohol, fiesta y nada más.
No
estoy tan lejana como para no entender lo que representa, lo que significa. Los
entiendo, los acompaño, los escucho. Sé que es una estrategia para suavizar la
despedida. Es la última vez que se van a vestir todos igual (en un intento de
uniforme sexy), la última vez que van a planificar algo en conjunto. La última
vez que van a juntar dinero como grupo. Es la última noche. Lo que no entienden
es que en el medio tienen muchas mañanas. Esta mañana se la están perdiendo. Se
les escapa de las manos. Se les diluye entre los dedos. A mí me da pena más de
lo que me indigna.
Ellos
están entusiasmadísimos con los preparativos de su fiesta. Han olvidado lo que
disfrutaron yendo a la granja para jóvenes con capacidades diferentes. Allí
hemos ido juntos en mayo, para conocerlos y comprometernos. Conocimos a nuestro
público y preparamos un texto teatral justo para ellos.
Cada
uno eligió su rol: personajes, musicalizadores, escenógrafos, vestuaristas,
maquilladores. Todos escribimos, todos presenciamos los ensayos, todos sumamos
energías e ideas para mejorar la producción. Pensamos también en posibilidades
para extender el esfuerzo: hacer la obra en otras oportunidades a modo de
ensayos generales.
Pero
hoy.
Hoy
parezco una extraña. Bueno, tampoco tanto. me miran con afecto, con un poco de
lástima. Pero están decididos a olvidarse del compromiso. Tal vez uno, quizás
dos, se acercan a decirme que les gusta el Proyecto, que ya tienen listo su
vestuario, que trajeron materiales para la escenografía. Sin embargo, el clima
general es de fiesta, de joda, de indiferencia. Están en otra. Quieren ocuparse
de su fiesta de egresados. Arman listas sobre con qué compañeros o compañeras
tuvieron un acercamiento amoroso, escriben mensajes en las tarjetas sobre los
beneficios sexuales de ir a la fiesta.
Ojo.
Yo entiendo todo. Entiendo la edad. Entiendo los intereses. Me acerco, los
comparto, me río, hago preguntas divertidas. comparto experiencias, les hago
bromas. Aconsejo. Pero todo eso merece también un reconocimieno. Un momento de
entrega de su parte. Eso es lo que me tara. Que me adoren, que me cuenten, que
respondan. Pero este plan que armamos juntos, está naufragando. Y me duele. Me
da pena. Me da ganas de gritar. Es que sé que les va a llenar el alma. Sé que
con cada ensayo, con cada momento de preparación, se gestan vínculos,
fortalecen habilidades, se forjan capacidades. Sé que esta experiencia quedará
grabada en sus corazones. No digo que lo otro no. Digo que esto es
distinto.
Allí
están. Sentados, parados, haciendo chistes. No me ignoran. Me ven. Me hablan. Me
comparten.
Los
veo. Me acerco, me entero, me río. Y pongo límite. Primero con amabilidad,
siempre con certeza.
Se
corta. Guardan. Solo queda una alumna hacienda carteles en su pupitre. Los
demás prestan atención. Nadie estudió la letra. Nadie trajo material. Sólo uno,
-el de siempre- una caja. Otra, -en extinción-, una enorme tela para el
decorado. Yo, mi valijita llena de acrílicos y pinceles.
Logro
al fin que se arme el ensayo y la preparación. Pero hay seis que no están. Uno
duerme. Otro hace tarea de otra materia. Un tercero jode. El cuarto juega a las
cartas con el quinto y el sexto.
Le
pongo mi energía al ensayo. Doy indicaciones y hago sugerencias a los de
escenografía. Les pregunto qué van a hacer para aprobar a los seis
indiferentes. Pero por dentro, no doy más. Me voy frustrada y triste. Tengo
ganas de dejar atrás este Proyecto, que es, en realidad, lo que más me
entusiasma de mi año docente. No quiero. No quiero perder. No quiero perderme.
Estoy
dispuesta a repensarlo, a modificarlo, a seguir remando.
La
cuestión es ¿cómo?
Julieta Galliano
Profesora en Letras
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