jueves, 15 de febrero de 2018

Malena


Esa vieja angustia que en un recuerdo se hace carne y exprime –dolorosamente- el corazón, desaparece con tu presencia objetiva.

Nunca te oí llorar. Tu egoísmo infantil es entrega.

Lo que hacés y lo que sos -o al menos lo que nos narra tu mamá con su modo de criarte- es orgánico.

Tu modo de vincularte con el mundo es el más sano, el más calmo, el más real.

Vos necesitás descubrir –no en teoría en 3º año de Secundaria- que los procesos de la vida son naturales. Que la realidad es física y no racional. Que la existencia está primero en la experiencia y después en su intelectualización.

Vos sonreís. Cuando querés. (¡Qué fortuna!) Todo el tiempo. Vos sentís: hambre, ganas de jugar, deseos de aprender. Gastás las energías de quien se come al mundo de a bocanadas, con breves y constantes succiones, porque no quiere resignarse al egoísmo.

Me siento honrada de aprender de vos. Te tengo al lado y no puedo evitar darme cuenta de que hago muchas cosas mal. Tengo que aprender a esperar. A valorar. A disfrutar. Tu mamá lo está aprendiendo. Vos ya lo sabés. Vos nos traés –como un personaje heroico- una enseñanza que es el único modo de mejorar. No venís solamente a mejorar el mundo con la buena nueva del Amor, venís a decirnos –sin furia, sin queja, sin guerra- que la vida se vive desde el ritmo que a cada cual convenga, sin otra Verdad que la de la aceptación.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario