Pili me da un
beso y entra a su casa. Yo sigo la caminata sola. Más adelante va un grupo de
chicos de 5to, más atrás unas chicas del otro cuarto. Paso del Rey es un lindo
lugar para vivir.
Llego a casa.
Como siempre, no hay nadie. Mi mamá trabaja, mi papá no vive con nosotras. Mis
hermanos son más grandes y ya tienen sus vidas lejos de casa. Estoy mucho
tiempo sola, pero no me lamento. Me gusta tener tiempo para mí. Leer, pensar,
dibujar. No le muestro a casi nadie lo que hago. Mi papá ni siquiera sabe que
me gusta dibujar. Cuando cumplí quince, me invitó a Disney con él y su mujer. La
pasamos lindo, aunque cada vez que me sentaba en algún banco de un parque y
sacaba mi cuaderno de hojas blancas, los tres –mi papá, Laura y su hija Delfi-
me miraban raro. Por suerte Delfi se acostumbró a mi hábito. Se terminó
sentando conmigo a garabatear los bordes de mi dibujo. Mi viejo cree que soy
como una nena chiquita, que dibuja para hacer tiempo entre la merienda y la
cena. Él no entiende que en ese hacer tiempo apareció esto que me hace tan
bien.
Recuerdo pocas
actividades que me entusiasmaran tanto como dibujar. Mamá siempre llevaba
consigo hojas y crayones en su cartera. Mi hermano del medio y yo nos tirábamos
en el piso de cualquier sala de espera no para matar el tiempo, si no para
liberar esas energías que nos salían de las entrañas.
Hermes no se
animó. Lo quiero, lo admiro, pero no quiero ser como él. Mi hermano amaba
dibujar, crear, imaginar. Sin embargo. Lo consumió su falta de confianza. Creo
que está demasiado preocupado en hacer las cosas bien, en ser perfecto. Lo más
frustrante es que no lo es, y, al paso que va, nunca lo será. Hermes niega sus
posibilidades, escapa a su destino. Parece ser su peor enemigo, porque al que
más ha escuchado siempre es a mi papá. Él sabe que papá comete errores. Pero no
puede evadir su mandato. Yo, por suerte, soy más hábil para escabullirme. Tengo
clarísimo que de papá solo puedo aprender lo que no quiero ser. Y eso no quiere
decir que no lo quiera, que no lo respete. Tal vez no lo respeto como sujeto,
como individualidad. Entiendo su pasado y su presente. Sé que –como Hermes-
papá es el producto de la inercia. Ha hecho poco por él mismo. Ni siquiera su
elección de nueva esposa ha sido en su provecho. Yo creo que él lo sabe. Pero
no es lo suficientemente valiente para reconocerlo.
Mi mamá es un
tema aparte. Me cuesta leerla con objetividad. Creo –y eso me da bronca, me da
pena, me dan ganas de gritarle en la cara para que reaccione- que es una
víctima. También creo que en algún momento le ha resultado cómodo ser víctima.
Y allí se instaló. Papá, mi abuelo, la generación a la que pertenece, la economía,
los hijos, el qué dirán, han sido trabas. Ataduras. Límites. Excusas. Cuando
cuenta sus historias de vida quiero abrazarla. Porque sé que la niña, la joven,
la flamante esposa, la joven madre necesitan contención. Pero unos instantes
después, desearía tomarla de los hombros, sacudirla, hacerla reaccionar. Ya
está mamá, fueron tus elecciones. Hacéte cargo. Olvidá el daño que te hicieron
y que te dejaste hacer. Vos sos responsable de todas esas heridas, má. Así no me gustás. Me ensuciás. Me hacés mal.
Te entiendo, sí. Pero no me alcanza. No acepto que no puedas reaccionar. O que
tus reacciones hayan sido desde el odio, desde la profundización de la herida.
¿Por qué no sabés perdonar? ¿Por qué no podés olvidar? ¿Por qué no sos capaz de
aprender? Me hubiera encantado desear ser como vos. Pero no. No. Porque no me
gusta el veneno que masticás. El dolor estancado, pudriéndose dentro tuyo,
infestando todo tu ser.
No quiero ser
como papá, ni como mamá, ni como Hermes (tal vez podría parecerme un poco a
Aquiles –mi hermano mayor-). No quiero descubrirme adulta y seca. No quiero
tapar agujeros. No quiero hundir en la tempestad de mis errores a la gente que
alguna vez creí que amaba. Quiero dibujar. Quiero cerrar los ojos y crear.
Quiero pensarme y proyectar, sin límites, sin miedo, sin prejuicios. No quiero
escribir “pero”. No voy a admitir “pero”.
Mientras prendo
la hornalla para cocinarme una pechuga de pollo, suena mi celular. Es una
catarata de mensajes de What´s app del grupo “Cuarto será leyenda”. Parece que
pasó algo. Algo que -para algunos- es grave.
Una buena idea la de llevar hojas para q dibujen y no usen el celu... que buen capítulo este... excelente. Esa mirada silenciosa sobre sus padres, cuanto de esto pasa por mi cabeza!
ResponderBorrargracias vik, sos divina!
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