jueves, 20 de septiembre de 2018

Soy diminuto


Soy diminuto. Insignificante. Torpe. Molesto. Despreciable.

Me equivoco y me gritan.

Al principio yo también gritaba, lloraba, tiraba. Ahora me quedo quieta. Desaparezco. Me escondo.

Mamá me quiere. Lo sé. Papá también. Yo quiero upa. Quiero risas, cosquillas. Miradas.

Me acostumbré, en cambio, a la Tablet, a la tele, a la niñera, a la abuela.

La abuela juega, la niñera me hace upa, la tele y la Tablet me entretienen, entonces no recuerdo que quiero mimos, cosquillas, miradas.

Cada tanto me canso de desaparecer y exijo que me vean.

A veces tengo fiebre.

A veces me hago pis.

A veces muerdo a un compañero.

A veces lloro, grito y pataleo, como cuando era bebé.

Después, veo el caos y prefiero hacerme pequeñito, minúsculo, dócil.

Obedezco para que mamá no grite. Para que papá no se enoje. Para que me dejen solito, tranquilo con mi Tablet.

A veces me la sacan y me exigen que me ponga a jugar. Pero no sé por dónde arrancar.

Mi habitación está llena de juguetes. Pero yo quiero llorar. En silencio, claro.

Me quedo quietita, mirando mis muñecos, mis autitos, mis bloques.

A veces descabezo una Barbie. A veces despedazo un camioncito. Luego lo escondo, porque ya sé lo que se viene. A veces rayo una pared. No sé porqué. Pero me saca la bronca.

Mamá da portazos. No me pega. Pero grita. La escucho decirle a papá en voz bajita que no me aguanta.

Papá habla conmigo, pero no entiendo lo que me pide. Le digo que sí. Y, por las dudas, me quedo calladito. Chiquitito. Obediente.

No aprendo nada nuevo porque nadie me enseña. En el colegio somos muchos y, también ahí, prefiero pasar desapercibido.

Nos dicen que hagamos caso. Nos dicen que abramos tal el libro. Que cerremos tal cuaderno. Que pintemos de tal color. Que comamos ahora. Que vayamos al baño después.

Ya no salgo a jugar al parque porque siempre me ensucio, y mamá se enoja. Me dan miedo los bichos y me retan si pido ayuda cuando aparece una abeja. Tengo tobogán, hamaca y calesita. Pero siempre estoy solo y con mis pantalones limpísimos.

Me retan porque no me gusta la comida que me preparan. Es que llega ese plato con colores y olores extraños y yo pienso en los conocidos fideítos con queso. Le pido a mamá que me deje ayudarla a cocinar. Pero dice que la próxima, que está apurada.

Yo quisiera lavar los platos, hacer el repulgue de las empanadas, limpiar los vidrios, barrer, guardar las tazas. Pero parece que no sirvo para nada de eso. Entonces, hago lo que puedo: me cruzo mientras ellos ordenan y trato de que me hagan upa, de que me hagan un chiste, o -al menos- de que me reten.

Mi boletín puede ser excelente o puede ser un desastre. Son las maneras que encontré para que, por unas semanas, me premien o me presten atención.
Hago fútbol, voy a todos los cumples de mis compañeros, vamos a todas las juntadas de amigos, cenamos afuera los fines de semana, visitamos a la abuela y a los primos, miramos series y películas. Pero yo quiero que me miren a los ojos. Yo quiero estar solo con mamá y papá. Quiero que escuchen lo que hice en el cole. Quiero contarles cómo me sentí cuando mi amiguito me empujó en el recreo. Quiero contarles la canción que nos está enseñando el de música. Quiero que me ayuden a entender porqué me duele la panza antes de entrar a un cumpleaños. Quiero decirles que si se sientan conmigo un rato, después voy a dejarlos hacer sus cosas tranquilos. Que si me miran y nos divertimos juntos, yo tengo energías para enfrentar cualquiera de las cosas nuevas que me pasan cada día. Que sin ellos y sus palabras de aliento yo no sé qué hacer. No sé si puedo. No sé cómo. Me convenzo de que no valgo, de que no sirvo. Necesito su presencia –constante, firme, entera- para resolver mis temores, para encauzar mi energía, para ser buena persona. No quiero aprender a ser envidioso, a ser cruel, a estar enojado todo el tiempo. Tengo un mundo de posibilidades que su acompañamiento direcciona. Mi futuro depende de tu amor de hoy. De un amor de entrega. No quiero regalos, no quiero viajes, no quiero ropa, no quiero paseos. Quiero jugar con vos. Estar con vos. Un abrazo. Una carcajada. Que me mires –profunda y largamente- a los ojos. Nada más.

2 comentarios:

  1. Hermoso lo que escribis, hermoso lo que haces. Al leer uno trata de entrar en sí por las acciones que uno toma. Pero si muy identificada.

    ResponderBorrar
  2. Qué Bueno! Contáme qué te psaó mientras leías, qué sentiste!
    besos

    ResponderBorrar