Manifiesto
¿De qué dudo?
¿Si Estoy escribiendo para sobrevivir?
¿Si escribir me hace sentir viva?
Si saber que mi escritura repercute,
orada, desvela, devela, revela, rebela, me resulta inspirador...
¿Cómo puedo siquiera pensar en dejar
de irritar?
Entre mi escritura y mis fotos no hay
corte.
No hay barra disyuntiva.
No hay sin embargo.
No hay podría ser.
Ni lo voy a repensar.
Mis fotos muestran mi alma. La exponen
como en una radiografía. Pero sin más maquinaria que mis letras, mis cadencias,
mis asonancias, mis disonancias.
Perdonen, todos ustedes que no me
quieren coherente. Que no me aceptan honesta. Que no me quieren en carne viva,
con las entrañas expuestas, como después de una cacería.
Aquí no hay matanza. Pero hay
despellejamiento. De mí misma frente a ustedes (no por egolatría, sino porque
me sé capaz de transmitir mi dolor, para arrancarte de la desolación, de la
angustia, de la desesperación, de la mediocridad, de creerte imposibilitado en
la búsqueda de tu propia plenitud).
Decía que me despellejo ante sus ojos
para regalármeles.
Pero también está el despellejamiento
que tu sociedad –trémula, cobarde, banal, vetusta, saqueadora, victoriana,
falsamente “cool”- hace de mí. De esta mujer a la que algunos conocen cara a
cara y les parece demasiado real para ser tan loca.
Dejá de juzgar.
Empezá a leer.
Para leerte.
Para encontrarte.
Para sanarte.
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