Roma, suavidad
pequeña,
es una niña segura
(a veces tiene
penas).
Necesita que la
quieran
-como todas las
nenas-.
Su mamá la escucha
atenta
cuando Romita está
triste.
Si la nena se
lamenta
palabras, miradas,
besos,
así mamá le da
fuerza.
Lo importante es
que Romita
sepa que no estará
sola,
sienta fuerte que
la miran.
Pero no para
prohibirla,
mas, para abrir sus
alitas.
Roma vuela bien
alto.
Papa, mamá y
hermanita
la esperan allá
abajo.
Despliegan sus
suaves redes
para sostenerla
bien fuerte
por si Romita teme.
Así, con cada día
sabe
que es bueno
animarse.
Nuestra Romita se
abre,
se atreve, logra,
puede,
de toda caída sale.
Por supuesto, ella
sufre
y además es
imparable.
Su poder es tan
enorme,
su fuerza es
inagotable.
Roma ama, siente,
aprende,
se ríe, llora,
colabora.
A Roma no la
detienen,
se sabe capaz, cree
en sí,
porque sus padres
la quieren.
Nada más lindo en
la vida
nada más sano, más
fuerte,
Que forjar una
autoestima.
Porque no hace
falta nada más
para ser tu propia
amiga:
ser querida,
protegida,
aprender a andar
erguida.
Roma al revés es
Amor.
Ese nombre le da Poder.
Ese nombre es pura
pasión.
Ella es tierra, es
caudal,
es calor, es fuego,
es flor
que muere y nace
cada vez
tras recorrer algún
dolor.
Roma sabe que aquí
estamos
-papá, mamá,
hermanita-
Sostenes de sus
ensayos.
Ella prueba, juega,
vive,
nosotros la
abrazamos.
Así somos estos
padres,
de ella, enamorados.
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