sábado, 10 de noviembre de 2018

La prisión


Era su propia prisión. Suya por auténtico génesis.

Tal vez, impuesta.

Quizás, cómodamente aceptada.

Se vistió con ella, sin siquiera dudar.

Se vistió con ella, sin siquiera pensar.

Era natural. Era eso.

Porque había que escapar.

Porque se había asfixiado de transcurrir.

De soportar.

De esperar.

Devenir de sacrificios agónicos

Declinados en tristezas calladas

En cabezas explotadas

Ahuecadas por el olvido y la negación.



Ruido. Desconfianza.

Ansias de otra cosa.

Búsqueda. Clamor.

Después. Leve quejido.

Inaudible. Para casi todos.

Porque un día. Por alguna razón.

Otro había escuchado su mudo aullido.



Aquel, nunca había enmudecido.

Estaba asentado. No asesinado.

Aquel no era un desesperanzado

Porque su desesperación

Lo hizo buscar cauces.

Evitó la inundación.

Entonces, A: el locx. A: el desesperadx.

El lobo hambriento

-domado, pero famélico-

Se había mantenido vital.

B, en cambio, de tanto esquivar

Olvidar

Silenciar

Esconder

Avergonzarse

Encajar

Exoaceptarse…

Se murió.

Petit morte

Pero no orgásmica.

La pequeña muerte constante

De nuestros verdaderos deseos.

Esos que salen de las entrañas

Porque buscan un placer así:

Certero.



Verlos reaparecer

Cuando se los había creído desaparecidos

Es tsunámico.



Así. Eso.

Imposible de invisibilizar.

Dejó de actuar.

Exigió su voz.

Más calma, sí.

Ese había sido el proceso.

Eso se había aprendido.

Pero ahora.

Había que seguir creciendo.

No existe la Justicia.

Luego.

B avanzó.

Contagiadx

Infectadx

Excitadx

Rebeladx por A.



Digno de película.

De película sobre estar vivos.
La prisi

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