jueves, 15 de noviembre de 2018

el prematuro


Gramos. Milímetros.

Un bebé laucha.

Un bebé nada.

Un bebé todo.

Tu vida.

Tus sueños

Su espasmo.

Su débil llanto.

Tu vientre vacío.

Tu pecho seco.

Ni una gota.

Leche ausente.

Posparto sin hijo.

La sala de estar

En Neonatología.

El lactario:

La pseudo tortura

de un sacaleche perverso.

Tus pezones estirados,

Alienados, sacrificados.

Las tenues gotas

que surgen sanadoras,

salvadoras.

Refrigeradas. Esterilizadas.

Que algún día

tendrán como destino

la boca del hijo

casi inerte

tan presente.

Las charlas con ellas,

Las otras madres de ratitas.

Algunas acostumbradas.

Algunas reponiéndose

De la media pérdida.

Enfermeras que festejan

cada día,

a cada hora,

en cada toma,

los gramos ganados,

los milímetros alcanzados.

La lámpara.

Los cables.

La pantalla indicadora

de que tu hijo está a salvo.

El dolor.

Los apósitos.

La sangre.

El baño público.

Irse a casa sin el hijo.

El escenario

opuesto al soñado.

La profunda soledad

de tu habitación sin niño.

La angustia ante el dolor,

ante el derrame.

Sacarte leche en la ducha

y verla irse, inútil, por la rejilla.

Mientras tu hijo, allá

recibe, quieto,

su porción de leche.

Pero un día. Tal vez.

Quizás. Porque así debía ser

-o no, a veces no—

Alguien te dice que está listo

para probar tu pecho.

Y no sabés si llorar

si correr

si gritar.

Y tu hijo se prende

-certero-

a tu pecho.

Y succiona.

Y se alimenta.

Y te sentís madre.

Y vislumbrás normalidad.

Ese paso por la Neo

te acompaña siempre.

Por las madres que allí escuchaste

sombras contundentes

fuerzas inapelables

solideces intermitentes

constantes

calmantes.

Por las enfermeras

firmes

claras

tiernas

referentes.

Un día, te vas.

Sentís vértigo.

Es casi un sueño.

Después,

tu hijo cumple 6, 10, 20.

Un día fue bebé-laucha.

Un día fuiste madre vaciada.

Aquí están,

Prematuro y Sola.

Dos sobrevivientes.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario