Capítulo
extra: Casi la primera vez,
poema.
Solos.
Al fin.
Buscamos
con ansias esos escasos momentos.
Una
tarde de casa vacía.
Oídos
atentos y manos presurosas.
Manos
que se acaloran, que excitan.
Sensaciones
inéditas.
Zonas
inexploradas.
Que
esperan al navegante
Dispuesto
a recorrerlas con cuidado y sin premura.
Surge
entonces la gran diferencia.
La disonancia.
Su ritmo
o el mío.
Uno,
dos encuentros de vehemencia labial.
Tres,
cuatro veces de frenesí mamario.
Para
él, sinónimo clarísimo de pronta penetración.
Para
mí, descubrimientos lujuriosos.
Mala
mía: no miré más allá de la sombra de mi nariz.
No planifiqué
el fin de semana.
Lo
bueno: quise decir NO.
Y lo
dije.
Y me
respetó.
No le
gustó.
Pero
me escuchó.
Todo
acabó húmedo y contenido.
Él,
enfurecido. Pero respetuoso.
Yo,
sólida. Aunque llena de preguntas.
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