martes, 3 de abril de 2018

Por qué los adultos me odian? Capítulo 11: Artivismo

Capítulo 11: Artivismo

Hace tres noches que dormimos en la escuela. Bueno, dormir es una manera de decir. Entramos el lunes. Bien temprano. Y a la hora de salida, nadie se fue. En realidad salieron los profesores que no estaban al tanto, los pibes a los que no les importa, los directivos -que no se dieron cuenta de nada-. Pero cuando a las 12:15 quisieron ingresar maestras y alumnos de primaria, en ese momento fue cuando cerramos las puertas –lo más pacíficamente que pudimos- para quedarnos dentro del colegio, exigiendo lo que nos merecemos. El primer día, los padres de primaria entraron en pánico. Pero al día siguiente –ya informados de nuestros requerimientos por otros padres-, pidieron permiso para entrar junto con sus hijos. Hoy somos más de 400 personas las que pasamos las mañanas, las tardes y, -muchas menos, claro- las noches dentro de la escuela.
Peli es quien lidera, junto con su padre y Mar, su mejor amigo. Él nunca se había involucrado en nada, hasta el día en que su hermano –Pepo- fue “invitado” a cambiarse del colegio porque sus capacidades no eran acordes con las exigencias del mismo. De pronto, todos conocimos a un nuevo Mar. Hoy es quien determina quién entra y quién sale del colegio, a la vez que organiza las actividades que se realizan dentro de la Institución. Porque acá dentro la cosa sigue, y sigue siendo educativa –incluso más que antes-. Las pocas maestras de primaria que se han atrevido a sumarse a la movida (esas que no tienen miedo, esas que no pueden darle la espalda a sus convicciones) reciben la ayuda de alumnos de diferentes cursos de secundaria para seguir dando clases a los alumnos de primaria. Porque si bien la escuela está tomada, las clases siguen dictándose. De un modo diferente, tal vez bizarro, pero bien real. Porque los chiquitos de primaria están disfrutando muchísimo con estos nuevos métodos de enseñanza. Y no tienen miedo. La escuela tomada no es algo que temer. La escuela tomada es lo que debe ser.
Cuando la escuela estaba tomada por una administración/dirección indiferente, sádica, narcisista y perversa, todos los alumnos percibían en carne propia las consecuencias. Es por eso que la entrega y el compromiso de ex docentes, ex alumnos, padres, docentes, personal de maestranza y hasta personal administrativo, hacen posible que la actividad educativa siga su curso –de manera inédita- mientras la queja se hace oír. Hoy, es la comunidad educativa en su totalidad la que levanta la voz. El hoyo en la pared ha cobrado dimensiones impensadas, y esa boca abierta aúlla –junto con otras tantas que piensan lo mismo- que LA COSA ASÍ NO VA MÁS.
Estoy en la cocina de Sala de Maestros preparando la merienda para toda la comunidad (mate cocido y pan casero) con la ayuda de la señora del kiosco, -quien ha decidido resignar por un tiempo sus ingresos y hacer su toma de posición-. Mar y una maestra de primaria dan clases de Matemática, en el salón más grande del colegio, a un grupo de edades disímiles. En otros salones también pasan cosas. La profe de Arte –que renunció hace unos años- habla sobre Realismo social ante un público conformado por padres, adolescentes, otros docentes, y los más grandes de primaria. Hay papeles, acrílicos, lápices, pinceles en un rincón del aula. Signo de que la clase se va a poner aún más interesante. La tempranamente jubilada –hay caminos que son saltos producto de las presiones directivas- profe de Literatura dicta su taller de Teatro junto con nuestra Atenea. Preparan una obra que escriben colectivamente con los asistentes, a la vez que refuerzan cuestiones de autoestima. En el salón consecutivo, Esteban y Pedro –encabezados por el joven y rockero ex profe de Música de la institución- escriben letra y música de la obra de teatro. Nuestro famoso exprofesor  (y van…) Guille aprovecha este tiempo en su querida escuela para dictar un veloz curso de ingreso a la universidad. Acá adentro no se pierde el tiempo. Pero parece que afuera sí.

Peli entra y nos pregunta si tenemos suficientes provisiones para la merienda. Oli le responde que sí. Que no se preocupe que ella se ocupa de esas cuestiones. Suena prepotente, pero tiene buenas intenciones. Él y yo lo sabemos. Me mira de reojo, sonreímos. Me dice: -Numina, necesito charlar con vos unas cuestiones sobre la obra de teatro. Las profes Atenea y Eda están dispuestas a tener todo listo para el lunes o el martes. Quiero saber tu opinión.
Salimos. En el trayecto hacia el salón de Pastoral –donde funciona “la oficina de la Resistencia”- Peli me toma suavemente de la mano. A pesar de que ya hace unos meses que estamos juntos, aún me pongo nerviosa cuando lo hace. Sé que me quiere. Sé que valgo la pena. De todas formas, me siento en un cuento de hadas cada vez que toma mi mano. Ni hablar de las veces que me mira a los ojos y me sonríe. Con sus perfectos labios rojos. Con sus profundos ojos negros. Una vez dentro del aula, me abraza. Me besa, -primero suavemente-, y de a poco todo se va tornando caluroso, agitado, transpirado. Él es quien decide detenerse. Afortunadamente Peli también quiere que ese momento sea especial. Aunque sería un recuerdo muy especial el de nuestra primera vez en la escuela durante la Toma. Ambos sabemos perfectamente que nuestro rol en todo esto no habilita algo así. De modo que nos detenemos. Nos miramos. Nos reímos. Nos peinamos. Nos secamos. Y resolvemos lo de la obra teatral.

Ha pasado todo el fin de semana. Peli, Mar, Esteban, Pedro, Atenea, Guille, Lucas, la seño de primaria, Laura –con su hijo-, veinte pibes de diferentes cursos de secundaria, unos diez padres de primaria y quince exalumnos del colegio se han quedado aquí. De todos modos, no hubo mucho que resistir. Creíamos que aprovecharían el sábado o el domingo para intentar hablar con nosotros, irrumpir en la escuela, algo. Pero no. Es lunes y aquí estamos. Empiezan a llegar los chicos de secundaria, que asisten al colegio con mucho más entusiasmo que antes. Quieren saber. Quieren participar. Algunos buscan asistir a los talleres. Otros quieren ayudar a los talleristas.
Nos reunimos en el tinglado. Les contamos cómo va la cosa. No tenemos mucho para decirles. Solamente que seguimos esperando una respuesta, una propuesta, algún tipo de manifestación de interés de parte de la Dirección. Peli no necesita micrófono. Todos lo escuchan en el más absoluto silencio.  De pronto, Beni, de maestranza, se asoma agitado a la puerta y exclama: -¡Vino el DG!

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