Capítulo 16: Las dos Fridas[1]
Tengo abstinencia. Este
último tiempo pasó de todo. En todos los ámbitos. Y no pude detenerme para reflexionar
ni un instante –si es posible que yo no me detenga pensar, incluso en el
movimiento- sobre lo que está pasando. Estas reflexiones. Las que me ordenan.
Silencio de café honesto. No entre amigos. Entre dos partes de uno mismo.
Pienso en el cuadro de Frida Kahlo. Lo estudiamos con la profe de Arte en el
cole. Bah, no ese, otros de ella. Y yo llegué al de las dos Fridas tomadas de
las manos. Una con una tijera en la mano y un agujero en su corazón. La otra
con ese corazón latiendo a flor de piel. A corazón abierto. Yo. Conmigo misma.
Pensándome. Juzgándome. Intentando perdonarme. Entenderme. Indultarme.
Liberarme. Dejarme ser. Al menos acá. En mis pensamientos. En mi narrador en primera
persona. En mi devenir del pensamiento. Casi casi como una asociación libre. El
relato de una histérica de fines del siglo XIX a su médico[2], quien se supone que la va
a “salvar” del pecado –lecturas freudianas-. De la locura de querer disfrutar
de pensarse. De sentirse incomoda. De desear crecer.
No sé muy bien qué voy a hacer cuando termine
la secundaria. Me gusta dibujar sí. Ya lo dije. Pero también me gustan muchas
otras cosas. El tema es que casi nadie nos explica cómo va a ser el día a día. las
rutinas. La monotonía. Lo que vuelve todo gris si no se disfruta. Yo quiero tener
una vida llena de colores. Al menos eso lo sé. Y también sé que depende
únicamente de mí que así sea. De cada una de mis decisiones. Elecciones. Proyectos.
Pero… ¿qué? ¿Qué podré elegir que no se vuelva una tarea para hacer dinero,
para cobrar un sueldo? No quiero ser esclava de mis malas decisiones. De mis
elecciones realizadas sin conciencia verdadera. No quiero que la vida me pase
por encima. Que las cosas pasen porque así debe ser. Porque eso se espera de
mí. Porque quiero escaparme de algo.
Estoy tratando de conocer. De
aprender. De hacer mi propia búsqueda. Leer. Mirar. Investigar. Imaginarme.
Proyectarme. Preguntar. Vivir mil vidas. A través de la escucha. Saber cómo se
sienten aquellos que eligieron lo que eligieron. Preguntarles porqué hicieron
ese camino. Conocer las opciones que no sé ni siquiera que existen. Para que
sean parte del mapa. Del menú. Peli este verano viajará a Europa para trabajar
y estudiar. Se va a bancar la universidad en España laburando allá. Lo armaron
juntos: su papá y él. Ni él ni yo se planteó ni por un instante que nos íbamos
a extrañar. Es decir. Va de suyo. Lo cierto es que nuestra historia juntos nos
va a acompañar toda la vida. Más allá de si seguimos estando juntos o no. De si
seguimos cogiendo o no. Peli está guardado en mi alma de por vida. Y yo en la
suya. Y en nuestros cuerpos. Cada vez que nos excitemos, que deseemos a
alguien, se va a activar ese registro corporal, sensual, automático. Que nació
con él. Que nació conmigo en él. Por eso no nos preocupa estar un año, o una
vida sin vernos. Sabemos que pueden pasar cosas. Y yo no voy a detenerlo. Quiero
verlo crecer. Avanzar. Expandirse. Ramificarse. Ya quedó parte de él circulando
en mi sangre. Ya quedó parte de mí, intertextualizándolo[3]. Somos textos atravesados
por vivencias. Por voces ajenas. Por sensaciones. Allí voy, en las palabras, en
los pensamientos, en la mirada de Peli. Aquí viene, conmigo, Peli bifurcándome,
bifurcándonos.
No voy a llorar. No voy a
lamentarme. Peli crece, mi novio avanza. Mi compañero sale, rebasa, florece. Y con
eso me alcanza. Es feliz. Soy euforia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario